Desterrando los fantasmas del pasado

Ha pasado ya un buen tiempo desde la ultima vez que – creo que puede decirse así – pude darme cuenta que comenzaba a enamorarme. Y si hay algo que siempre he debido hacer antes de emprender este camino es tratar de sobrellevar el pasado, no olvidarlo, por que en ese caso no aprendería de mis propios errores. Los que me conocen mas de lo que puedo admitir, saben que no soy muy diestro en el manejo de los sentimientos; y tanto mas si esos sentimientos son por una persona a la que amo.

Como mi buen amigo Finrod me ha repetido numerosas veces, nunca me aplico a mi mismo mis consejos. Extraño es en serio, que tenga esa “habilidad” muchas veces inmerecida, de poder encontrar las palabras adecuadas y el consejo conveniente para aquellos que confían en mi. Siempre ha sido una gran responsabilidad, y me ha obligado a ser sincero. Pero que hay de mi mismo… pues esa, es otra historia.

No siempre ocurre igual, pero en la mayoría de los casos, me viene una nostalgia, de viejo cuño por M. Se que no es bueno ni nada apropiado establecer odiosas comparaciones, pero es algo involuntario. Con el tiempo se va uno olvidando, y encontrando nuevas cosas que aprender y saber sobre las mujeres.

Por este motivo, casi siempre voy al malecón, me siento a ver el atardecer – en este caso no había sol, pero podía sentir la luz extinguiéndose poco a poco – y voy escribiendo en mi mente una carta a la amada nunca del todo olvidada. Luego espero que llegue a donde quiera que los vientos la lleven, y me despido dispuesto a iniciar un nuevo camino.

Existen cosas que no se pueden olvidar, y otras que se deben olvidar. Soy de aquellos que pone todo su empeño en conseguir cumplir sus sueños, y no dejarse abatir en medio de la tormenta por pequeños agujeros en las velas.

Es hora de tomar nuevos riesgos, cambiar las maderas y velámenes viejos del navío; empezar con nuevas cartas a buscar nuevos horizontes; y dejar que una nueva estrella nos guié hasta nuestro próximo puerto