Cuatro jinetes cabalgan al trote, mientras detrás han dejado a un pelotón de oficiales hobbits que no pudieron seguirles el paso. Los viajeros se han enterado de muchas novedades al regreso a casa – la mayoría son malas noticias – y han decidido poner las cosas en su sitio, primero, dirigiéndose al corazón de la comarca. El incidente de la puerta fue solo el principio, y descubrirán hasta que punto su tierra ha sido dañada.
Pronto se encuentran con varios mestizos de cara y modales groseros, que les cierran el paso y les dicen que se den por arrestados. Entre líneas, mientras hablan, podemos entrever que los hombres, aun no han recibido las noticias del sur – como les hace ver Frodo – y con la llegada de su jefe, Zarquino, tiene más confianza, y no piensan dejar la comodidad del lugar, en un buen tiempo. El jefe de ellos, se burla cuando le mencionan a los mensajeros del rey, y chasquea los dedos en las narices de Frodo:
Aquello colmó la medida para Pippin. Pensó en el Campo de Cormallen, y aquí había un rufián de mirada oblicua que se atrevía a tildar de «renacuajo presumido» al Portador del Anillo. Echó atrás la capa, desenvainó la espada reluciente, y la plata y el sable de Góndor centellearon cuando avanzó montado en el caballo.
—Yo soy un mensajero del Rey —dijo—. Le estás hablando al amigo del Rey, y a uno de los más renombrados en todos los países del Oeste. Eres un rufián y un imbécil. Ponte de rodillas en el camino y pide perdón, o te traspasaré con este acero, perdición de los trolls.
La espada relumbró a la luz del poniente. También Merry y Sam desenvainaron las espadas, y se adelantaron, prontos a respaldar el desafío de Pippin; pero Frodo no se movió. Los bandidos retrocedieron. Hasta entonces, se habían limitado a amedrentar e intimidar a los campesinos de Bree, y a maltratar a los azorados hobbits. Hobbits temerarios de espadas brillantes y miradas torvas eran una sorpresa inesperada. Y las voces de estos recién llegados tenían un tono que ellos nunca habían escuchado. Los helaba de terror.
Se inicia los enfrentamientos, y los hobbit se dan cuenta que solo necesitaban de una chispa que encendiera el animo de todos y así podrían luchar y defender su propia tierra. Mientras Pippin va en busca del refuerzo de los Tuks, Merry dirige al resto y esperan la llegada de más rufianes. Luego de matar a un cabecilla y poner en custodia al resto esperan el día siguiente por la batalla definitiva. Ya de día, y con la llegada de los tuks, Meriadoc y Peregrin plantean una buena estrategia y dirigiendo la batalla, los medianos vencen a una buena tropa de hombres, poniendo fin a los enfrentamientos.
El grupo en grueso, con los viajeros a la cabeza, se dirigen a Hobbiton, para encontrarse con más sorpresas, pues muchas cosas han sido dañadas o se han perdido para siempre. Como nos dice Sam luego de ingresar a la casa:
Esto es peor que Mordor, mucho peor en un sentido. Si, le dice Frodo, Saruman creía estar trabajando para el mismo, pero el realidad no hacia más que servir a Mordor.
El encuentro entren Saruman – quien se hacía llamar Zarquino – y Frodo, crea todo un revuelo, pues los Hobbits piden su muerte, y Frodo les dice que deben dejarlo ir, pues es inútil pagar venganza con venganza. Ante el frustrado intento de asesinato Frodo les pide que lo suelten, pues no lo ha herido y les explica:
— ¡No, Sam! dijo Frodo—. No lo mates, ni aun ahora. No me ha herido. En todo caso, no deseo verlo morir de esta manera inicua. En un tiempo fue grande, de una noble raza, contra la que nunca nos hubiéramos atrevido a levantar las manos. Ha caído, y devolverle la paz y la salud no está a nuestro alcance; mas yo le perdonaría la vida, con la esperanza de que algún día pueda recobrarlas.
Las palabras de Frodo no solo encierran una explicación si no también, una enseñanza, que queda en todos los presentes, incluso Saruman; el anciano mira al hobbit con una mezcla de sentimientos.
—Has crecido, mediano —dijo—. Sí, has crecido mucho. Eres sabio y cruel. Me has privado de la dulzura de mi venganza, y en adelante mi vida será un camino de amargura, sabiendo que la debo a tu clemencia. ¡La odio tanto como te odio a ti! Bien, me voy, y no te atormentaré más. Mas no esperes de mí que te desee salud y una vida larga. No tendrás ni una ni otra. Pero eso no es obra mía. Yo sólo te lo auguro.
Los malos augurios de Saruman se pierden cuando muere a manos de Grima, quien reacciona al final ante tanto odio y maltrato. La muerte de los dos marca el fin de saneamiento de la comarca, pero el inicio de la recuperación de este pequeño paraíso en la Tierra Media. Es Sam el protagonista de esta recuperación, pues a partir de ese momento será recordado como un gran jardinero, y el dueño del único Mallorn al oeste de las montañas.
Pronto se encuentran con varios mestizos de cara y modales groseros, que les cierran el paso y les dicen que se den por arrestados. Entre líneas, mientras hablan, podemos entrever que los hombres, aun no han recibido las noticias del sur – como les hace ver Frodo – y con la llegada de su jefe, Zarquino, tiene más confianza, y no piensan dejar la comodidad del lugar, en un buen tiempo. El jefe de ellos, se burla cuando le mencionan a los mensajeros del rey, y chasquea los dedos en las narices de Frodo:
Aquello colmó la medida para Pippin. Pensó en el Campo de Cormallen, y aquí había un rufián de mirada oblicua que se atrevía a tildar de «renacuajo presumido» al Portador del Anillo. Echó atrás la capa, desenvainó la espada reluciente, y la plata y el sable de Góndor centellearon cuando avanzó montado en el caballo.
—Yo soy un mensajero del Rey —dijo—. Le estás hablando al amigo del Rey, y a uno de los más renombrados en todos los países del Oeste. Eres un rufián y un imbécil. Ponte de rodillas en el camino y pide perdón, o te traspasaré con este acero, perdición de los trolls.
La espada relumbró a la luz del poniente. También Merry y Sam desenvainaron las espadas, y se adelantaron, prontos a respaldar el desafío de Pippin; pero Frodo no se movió. Los bandidos retrocedieron. Hasta entonces, se habían limitado a amedrentar e intimidar a los campesinos de Bree, y a maltratar a los azorados hobbits. Hobbits temerarios de espadas brillantes y miradas torvas eran una sorpresa inesperada. Y las voces de estos recién llegados tenían un tono que ellos nunca habían escuchado. Los helaba de terror.
Se inicia los enfrentamientos, y los hobbit se dan cuenta que solo necesitaban de una chispa que encendiera el animo de todos y así podrían luchar y defender su propia tierra. Mientras Pippin va en busca del refuerzo de los Tuks, Merry dirige al resto y esperan la llegada de más rufianes. Luego de matar a un cabecilla y poner en custodia al resto esperan el día siguiente por la batalla definitiva. Ya de día, y con la llegada de los tuks, Meriadoc y Peregrin plantean una buena estrategia y dirigiendo la batalla, los medianos vencen a una buena tropa de hombres, poniendo fin a los enfrentamientos.
El grupo en grueso, con los viajeros a la cabeza, se dirigen a Hobbiton, para encontrarse con más sorpresas, pues muchas cosas han sido dañadas o se han perdido para siempre. Como nos dice Sam luego de ingresar a la casa:
Esto es peor que Mordor, mucho peor en un sentido. Si, le dice Frodo, Saruman creía estar trabajando para el mismo, pero el realidad no hacia más que servir a Mordor.
El encuentro entren Saruman – quien se hacía llamar Zarquino – y Frodo, crea todo un revuelo, pues los Hobbits piden su muerte, y Frodo les dice que deben dejarlo ir, pues es inútil pagar venganza con venganza. Ante el frustrado intento de asesinato Frodo les pide que lo suelten, pues no lo ha herido y les explica:
— ¡No, Sam! dijo Frodo—. No lo mates, ni aun ahora. No me ha herido. En todo caso, no deseo verlo morir de esta manera inicua. En un tiempo fue grande, de una noble raza, contra la que nunca nos hubiéramos atrevido a levantar las manos. Ha caído, y devolverle la paz y la salud no está a nuestro alcance; mas yo le perdonaría la vida, con la esperanza de que algún día pueda recobrarlas.
Las palabras de Frodo no solo encierran una explicación si no también, una enseñanza, que queda en todos los presentes, incluso Saruman; el anciano mira al hobbit con una mezcla de sentimientos.
—Has crecido, mediano —dijo—. Sí, has crecido mucho. Eres sabio y cruel. Me has privado de la dulzura de mi venganza, y en adelante mi vida será un camino de amargura, sabiendo que la debo a tu clemencia. ¡La odio tanto como te odio a ti! Bien, me voy, y no te atormentaré más. Mas no esperes de mí que te desee salud y una vida larga. No tendrás ni una ni otra. Pero eso no es obra mía. Yo sólo te lo auguro.
Los malos augurios de Saruman se pierden cuando muere a manos de Grima, quien reacciona al final ante tanto odio y maltrato. La muerte de los dos marca el fin de saneamiento de la comarca, pero el inicio de la recuperación de este pequeño paraíso en la Tierra Media. Es Sam el protagonista de esta recuperación, pues a partir de ese momento será recordado como un gran jardinero, y el dueño del único Mallorn al oeste de las montañas.
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