A pesar que nos han acusado, durante muchos años de machistas – y debemos aceptar ese término en ocasiones – el día se inicio con mal pie por culpa de un hombre. Malogrado como está el despertador por mi hermano, es difícil levantarse a la hora señalada; con el salto de costumbre acabo en el suelo, cuando el sol hacia un buen rato que había salido.
Tal y como ahora, la música de la radio no podía ser mas prometedora – Stayin’ alive Bee Gees – con una mañana movida organizando el deposito de herramientas, y limpiando un poco el cuarto. Luego de un suculento almuerzo, me prepare para echarle una mano a mi sobrina, con unas muestras de rocas.
No es que sea una eminencia en el reconocimiento de minerales, pero siempre me he defendido bien al igual que para las rocas. El asunto no he era complicado; demasiada información a una pequeña de 11 años, tampoco era la solución. Suena mi celular con la música de fondo de los Transformers (se viene el estreno) Alicia me dice que se cancelo todo, que ya no hay fiesta, y yo que me había entusiasmado con el chopp de 70 litros.
Mensajes seguidos del chato sobre lo mismo; algunas bromas de mi prima, luego de las llamadas de mi hermano preguntándome cuando regreso a casa para que le preste para el trago. Me paseo por las calles de Barranco, recordando viejos tiempos y travesuras pasadas. Llego a casa, todo tranquilo, y mama no esta; hay una oportunidad de darme un salto a la casa de Ana, y no desperdiciar una noche de sábado aburrido en casa. Llamadas van, llamadas vienen; si el problema no es algo grave, pues caemos de paracaídas los amigos más cercanos como siempre. Luego de la confirmación, salimos para la casa de la oruga, no sin antes hacer una parada para abastecernos del licor que hicieron popular los rusos.
Al llegar a la casa, conocí de manera casi fortuita a los primeros invitados. Improvisando como me es común, me pongo a conversar con “el jefe” y su simpática enamorada. Van llegando mas invitados, y termino en un costado algo incomodo; pero la solución llega con el chato acaparando la atención, y pudiendo conversar con el hasta por los codos. Movimiento estratégico de Danik al sentarse junto al chato. Pero el chato se para… queda un sitio libre, y no quiero hablar en voz alta. Sorpresa, hemos estado conversando los dos, como si nadie mas hubiera en la habitación; o al menos así lo ven el resto.
El liquido se esta evaporando, obligado tenemos que hacer una pequeña incursión en la tiendita cercana… se repite la elección del licor de entrada. Al regreso… se inician los juegos. Pero las chicas parecen no querer jugar, o tal vez, al ser la primera vez que nos encontramos, no confían en la “honestidad” de los caballeros presentes. Se van retirando los presentes, se va vaciando la sala… y es hora de emprender el camino a casa. Finrod, aun en condiciones estables, decide ser el guía, pero la sorpresa se da al llegar al Bosque Viejo. Nos han bloqueado el paso con el cerrojo. Luego de múltiples señales de humo, mi hermano nos abre las puertas. Una vez asegurado que el chato haya encontrado un lugar cómodo donde pegar la oreja, subo a mi cuarto… trepo mi escalera, entierro mi cabeza en la almohada y – parece que ha pasado solo unos minutos – la voz de mi viejito me despierta, ¿Tu amigo se queda al desayuno, no?... si, es otro día en mi amada casita.
Tal y como ahora, la música de la radio no podía ser mas prometedora – Stayin’ alive Bee Gees – con una mañana movida organizando el deposito de herramientas, y limpiando un poco el cuarto. Luego de un suculento almuerzo, me prepare para echarle una mano a mi sobrina, con unas muestras de rocas.
No es que sea una eminencia en el reconocimiento de minerales, pero siempre me he defendido bien al igual que para las rocas. El asunto no he era complicado; demasiada información a una pequeña de 11 años, tampoco era la solución. Suena mi celular con la música de fondo de los Transformers (se viene el estreno) Alicia me dice que se cancelo todo, que ya no hay fiesta, y yo que me había entusiasmado con el chopp de 70 litros.
Mensajes seguidos del chato sobre lo mismo; algunas bromas de mi prima, luego de las llamadas de mi hermano preguntándome cuando regreso a casa para que le preste para el trago. Me paseo por las calles de Barranco, recordando viejos tiempos y travesuras pasadas. Llego a casa, todo tranquilo, y mama no esta; hay una oportunidad de darme un salto a la casa de Ana, y no desperdiciar una noche de sábado aburrido en casa. Llamadas van, llamadas vienen; si el problema no es algo grave, pues caemos de paracaídas los amigos más cercanos como siempre. Luego de la confirmación, salimos para la casa de la oruga, no sin antes hacer una parada para abastecernos del licor que hicieron popular los rusos.
Al llegar a la casa, conocí de manera casi fortuita a los primeros invitados. Improvisando como me es común, me pongo a conversar con “el jefe” y su simpática enamorada. Van llegando mas invitados, y termino en un costado algo incomodo; pero la solución llega con el chato acaparando la atención, y pudiendo conversar con el hasta por los codos. Movimiento estratégico de Danik al sentarse junto al chato. Pero el chato se para… queda un sitio libre, y no quiero hablar en voz alta. Sorpresa, hemos estado conversando los dos, como si nadie mas hubiera en la habitación; o al menos así lo ven el resto.
El liquido se esta evaporando, obligado tenemos que hacer una pequeña incursión en la tiendita cercana… se repite la elección del licor de entrada. Al regreso… se inician los juegos. Pero las chicas parecen no querer jugar, o tal vez, al ser la primera vez que nos encontramos, no confían en la “honestidad” de los caballeros presentes. Se van retirando los presentes, se va vaciando la sala… y es hora de emprender el camino a casa. Finrod, aun en condiciones estables, decide ser el guía, pero la sorpresa se da al llegar al Bosque Viejo. Nos han bloqueado el paso con el cerrojo. Luego de múltiples señales de humo, mi hermano nos abre las puertas. Una vez asegurado que el chato haya encontrado un lugar cómodo donde pegar la oreja, subo a mi cuarto… trepo mi escalera, entierro mi cabeza en la almohada y – parece que ha pasado solo unos minutos – la voz de mi viejito me despierta, ¿Tu amigo se queda al desayuno, no?... si, es otro día en mi amada casita.
1 comentario:
cuando era chico tenía mi colección de rocas, cuando entraron a robar a casa los choros se la levaron, no me dejaron ni una gema, no sé que habrán pensado que eran, quizá por los brillos y esas cosas.. aunque bueno, en realidad yo nunca estuve seguro de qué eran todas en realidad, era chico y sólo me gustaban los colores y las texturas raras.
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